martes, 1 de junio de 2010

LUZ-TIEMPO (2) (año 2002)

“El hombre es naturalmente paradojal cuando se refiere a los temas en que su vida influye sobre su raciocinio y sobre sus deseos íntimos. Cuando reflexiona y cuando canta.” - E. M. Estrada -

Corazón de luz

El sabio místico casi siempre fue alguien que estuvo destinado a pasar gran parte de sus días en una caverna. En la oscuridad. La zona oscura del espíritu ha sido siempre un asunto reservado a estos hombres espirituales.
San Juan de la Cruz tuvo su más famoso poema cuando encontró “la noche del alma”. En su cuerpo encarcelado y oscuro encontró Santa Teresa a Dios. Pasar por la experiencia de la oscuridad interior es lo que han necesitado los místicos para sentir en carne propia su deseo divino. Esto que tantas veces se ha interpretado como el entendimiento de que les faltaba la presencia de Dios o que necesitaban a Dios puesto que sentían la oscuridad y por ende la falta de luz, es completamente desacertado. Jamás el Deseo se ha confundido con la carencia de algo ni con su necesidad. Ni siquiera el Deseo en su devenir-divino. Más bien fue este devenir divino en el místico el que ha pedido y podido pasar por estas pruebas, por estos combates del espíritu y sus tinieblas, fortaleciendo al deseo mismo. Este estar entre las tinieblas es el poder del alma misma. No hay en realidad una guerra contra la oscuridad, hay más bien un conocimiento como potencia de afirmación que pide que la oscuridad sea experimentada para “entenderla”, vivirla, conocer más de ella. No es la ilusión de una luz que vendrá por recompensa, sino la experiencia misma de esta luz, que lleva al místico a estar en el medio, entre la luz y la oscuridad, entre el día y la noche, entre la tierra y el cielo. Conectando a los unos con los otros, percibiendo a lo otro en su yo, viendo al espíritu en cada roca, en cada planta, y sintiendo que es allí donde está la evidencia de eso superior, en la superficie de la tierra que no por casualidad es la capa más fértil de ella. Es en el deseo entonces donde se halla el medio y es en el medio en donde siempre está el deseo; es un viajero espiritual.
La Navidad, que sea en la tierra, pedía Rimbaud. Una nueva navidad para una nueva tierra. Para los grandes pintores religiosos la luz estaba en el cuerpo de Cristo, tan pegada a él que en realidad salía de su cuerpo al mismo tiempo que llegaba a éste emanando de Dios. Esta luz del cuerpo, luz del espíritu al mismo tiempo, será la que va a ser perseguida en realidad por la Iglesia, ya que si la luz está en los cuerpos ya no responderá su emanación a las explicaciones y descripciones que harán los curas de estas imágenes. Dios, plan nunca definible, según Spinoza; Dios de donde surgen las fuerzas de vida siendo éstas las portadoras, en todos los cuerpos, de la divinidad según el sufismo, no es el mismo que el Dios separado de los seres humanos y creador de culpa infinita de la iglesia. Este será un Dios rector. El otro un Dios compositor. Un régimen distinto de la luz se encuentra en estas dos posiciones y un régimen distinto de los cuerpos: cuerpos sin órganos como pura intensidad contra un cuerpo del Orden que es pura falta.

“Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo
toda ciencia trascendiendo”

San Juan de la Cruz

Todo sentir privado y el espíritu dotado...pasar de lo sensible a lo insensible, de lo percibido a lo imperceptible, de saber no sabiendo, o sea de saber desde otro plano, desde una conciencia que supera a la conciencia: su espíritu. Lo que decía Spinoza: hay más cosas en el espíritu que en la conciencia que tenemos de él. El místico es el que ahora no quiere saber nada con los sentidos, ya no confía en ellos, ni siquiera en su corazón, menos en su cabeza. Corazón de luz pide el místico para su cuerpo y su alma. Corazón anorgánico para una vida orgánica. ¿O será esencialmente ésta una vida no-orgánica? El cuerpo sin órganos lo demuestra a cada instante, solo que nuestro cuerpo, la idea que nosotros nos podemos hacer de él, la conciencia que nos hacemos de él, la ciencia que tenemos para él, no “ve” tales demostraciones. Cuando el CSO describe nuestras sensaciones supera a su vez a toda sensación, porque más bien es él el que está antes de toda sensación, es el productor de toda sensación pero a su vez nada es sin ellas. Es lo no-sensible por naturaleza pues en él se acogen todas las sensaciones que como Afectos resplandecerán de él y le darán a su vez un cuerpo, el cuerpo (siempre nuevo) que pide el cuerpo sin órganos. Por eso todo cuerpo es en la medida en que es afectado y no sabríamos lo que puede un cuerpo a no ser que se cumpla este requisito. Entonces, volviendo a la descripción, si el CSO describe, es siempre superando al objeto que describe, describe inclusive lo que está más allá y más acá del sujeto. Descripción de un individuo que es entonces esencialmente despersonalizante, como decía Paul Virilio del Dadá. No hay sujeto ni objeto para el cuerpo sin órganos. Es siempre una fuerza lo que ve. Lo que ve es más que una imagen y menos que una imagen. Revelador-vidente-profeta por naturaleza, el CSO transforma al cuerpo en pura superficie, pantalla blanca o pantalla negra, un espacio liso en donde atravesarán como viajeros en el desierto los acontecimientos-luces de la Vida. Él es pura fuerza de intensidades múltiples que sólo da respuestas al Deseo llenándolo de preguntas. Es el Deseo mismo.

“Pues la paradoja muy pocas veces suele ser un compuesto de notas simples, sino un acorde integrado por innumerables voces, muchas opacas y de ultratumba. Se diría que la paradoja no se produce en un lugar bien iluminado de la conciencia del todo despierta, sino más bien en algún margen que confina con las oscuras fuerzas de la adivinación y de la sangre. ¿En qué zona del alma se produce la paradoja, cuál es su clima? Un poco la zona de los instintos; un poco el clima de la pasión. Podría localizársela allí donde el alma se siente a sí misma como rodeada de lo incógnito, en las fronteras de lo que está debidamente explorado, con sus experiencias ancestrales y personales, en el deslinde de lo conocido y de lo desconocido. Diríamos en la región donde aún la razón es intuición....” - E. M. Estrada -