martes, 14 de agosto de 2018

Fragmento de un texto en preparación. "El Procedimiento"


Fragmentos (en preparación) de "El Procedimiento".
De Lamberto Arévalo. 2018

3. 

EL SENTIR INTERNO… 

“Lluvia, vapor y velocidad. El gran ferrocarril del Oeste”, se llama el siguiente cuadro:




Esta vez, Turner saca la mitad de su cuerpo por la ventanilla de un tren en marcha. En esa posición, va a utilizar esa especie de invisible medidor de sismos que tiene, para captar y retener el caos; luego de eso volverá a su estudio y pintará este cuadro. Ese tren es el más moderno de su generación, de los primeros; el puente una hazaña de la ingeniería de aquél entonces, alrededor del año 1844. Entre las tinieblas, apenas se nota la presencia de una barca. Y más a la izquierda, pareciera venir de otro mundo: una liebre. Por lo general se dice que con esa liebre, Turner quiso pintar la velocidad. ¿Una ilustración de la velocidad? Difícil aceptar esa lectura. Así como el tren no está retratado en detalle, ni tampoco el puente sobre el que corre, apenas distinguimos las arcadas de otro puente que no sabemos hacia dónde va. El rascado sobre la tela crea un ritmo absoluto entre el cielo y la tierra-aguas; toda la pintura está al borde de algo que no sabemos qué es, un vértigo. Y, en el medio del abismo, la liebre, trazada con firmeza, con definición. Esa liebre suspende el ritmo que parecía estar por determinar toda la composición, casi que distrae a nuestra mirada: ¿qué hace ahí una liebre, que además parece cayendo o suspendida en el espacio? Pero, además, ¿de quién es el punto de vista de este paisaje? Como con “Tormenta de nieve…”, si Turner se encarga de que sepamos en dónde estaba cuando comenzó el procedimiento para realizar su cuadro, tanto en uno como en otro caso, jamás el resultado será el del punto de vista de quien está inmerso en la situación, en lo que hay de situación en cada uno de estos cuadros. Ni el punto de vista era el de alguien sujetado a un mástil allí en plena tormenta, ni ahora el de uno que va con medio cuerpo afuera de la ventanilla de un tren mientras, éste, atraviesa un puente a toda velocidad. Hay un salto, un enorme salto sobre el mismo lugar. La distancia que recorre el pintor en este salto queda impregnada, es una distancia de impregnación, e impregnante. Cohesiona lo sucedido y lo que jamás sucedió, o sí, pero solo en cuanto y en tanto, el acto de pintar ahora es en donde las cosas suceden, cohesionando líneas y fuerzas, que tan solo ahora se presentan como actos presentes de algo que ya pasó y que jamás podría suceder así como lo estamos viendo ahora. En esa aprehensión, la presencia de una liebre entre la lluvia, el vapor y la velocidad, solo es posible por la visión de aquello que conoce a tal punto de velocidades que ya ni se mueve, que apunta a distancia hacia eso que para otros podría ser su fin, y lo hace conmover, estallar, saltar por los aires, antes que registrarlo como una fotografía.

Se podría creer que es forzada la siguiente impresión: hay una tortuga mirando a través de Turner. Alguien que porque es tortuga observa la velocidad y la puede pintar sin caer en sus garras, alguien que habita en velocidad infinita (sin medida), que adivina más que prepara lo que se va a ver, una tortuga que sabe hace rato, desde hace muchos siglos, que la liebre siempre perderá y se perderá de la visión.


4. 

BESTIALIZAR… 

Llorar a lo bestia. ¿A quién no le pasó aunque sea una vez? Sentirse observado por alguien que es otro, por algo que está ante quien es llorado cuando se llora a lo bestia. Se llora, se ve a este otro. Uno que mira cómo lloramos. Que está tranquilo, atento, paciente. Percibe la válvula funcionando y decide respetarla (las válvulas suenan mejor que los microtransistores, captan más fielmente el rango de la onda sonora). Y entonces, llorar es la expresión de un grito convertido en un sí mismo desbordado, por eso el agua, por eso se “llora a mares”. Por eso algo se ha roto cuando lloro y por esa grieta salen despedidos los momentos contraídos y envueltos por su baño, su capa marina, que no tanto ahora deja ver los motivos del llanto, sino más bien le dan a nuestras aguas otro mundo y paisaje, una zona nueva por donde huir. La bestia mira, mientras tanto, cómo se llora -a lo bestia-. En las aguas se esconde la bestia para que se la pueda sentir mejor. Sin imagen, la bestia del alma se presenta como lo que es: inocente, pasiva, un ser de conocimiento. Por eso, no sé cómo, pero sé que me está mirando y sé que soy yo, no tengo otra manera de expresarlo en ese momento mientras lloro, ni ahora…

Gombrowicz decía: “no sé quién soy, pero sufro cuando me deforman”. Es muy exacta la expresión y por eso mismo es incomprensible sin sentirla. Cuando sufro es cuando adquiero –aunque sea por unos minutos, o unos segundos- la comprensión de que está muy bien no saber quién soy, pues solo mi alma sabe de mis deformidades. Y si sólo ella sabe de estas, es muy probable que también sepa de mis alegrías –si es que es válido vincular a la alegría con lo contrario a la deformidad, aunque no estemos seguros, pero en este contexto funciona-. Decimos que el alma sabe solo porque sentimos esa presencia –la bestia- como lo único capaz de observar en paz nuestros sufrimientos, porque no se deja alarmar por los signos del incendio -o ahogo- de un sentimiento oscuro envolviendo a nuestro (un) cuerpo. Nos olvidamos así, por un momento, que la condición de saber siempre funciona de un modo distinto en lo social. Por lo tanto, llorando, sufriendo, deformándonos descubrimos dos cosas: si, puede ser que mi cuerpo y mente sean el producto de una maquina social, pero también puede ser que el mixto que me constituye habitualmente disponga de las herramientas (o la herramienta) para construir y ser construido por otra máquina, para ser atravesado por la bestia.

“No sé quién soy, pero sufro cuando me deforman.” El soy que Gombrowicz desconoce sufre gracias a la experiencia de ese otro que lo hace y que se hace conocer en carne viva. En esa porción de carne viva o, más bien dicho, que ahora se siente viva. No podría ser otra cosa que una porción, y, lo que es lo mismo: un flujo. Sentir así la experiencia del sufrir podría ser lo contrario al sentimiento de autopiedad, que más que provocado por una tristeza, produce a lo triste. El efecto-triste, aquello que hace decir “estoy triste”, de cierta y numerosa parte de los modos de existencia actuales situados en lo que podemos llamar “zonas progresistas” de hoy, se basa sobre todo en la construcción permanente de un “yo soy” (popular, de izquierda, moderno, etc., anti-neoliberal) que hace de lo que deforma un espejo de su propia necesidad. Este progresismo de izquierda se queja y entristece, basándose en la auto-imagen que tiene de sí y que la opción liberal de vida opone a ese sí mismo que pretende construir. Si este progresismo acusa de cínica a las fuerzas del sistema de derecha capitalista, a las que antes suponíamos dueñas exclusivas de la idea del “yo soy”, al mismo tiempo toma la posición de un cinismo que ahora es de izquierda. Así dirá, entonces: “Sé quién soy, por lo tanto sufro cuando me deforman.” Así, izquierda y derecha, acá, forman las dos caras de una misma moneda. Las izquierdas que deberían reforzar la necesidad de descubrir, inventar y crear las bestias políticas de hoy, tan solo se regodean y esperan que les llegue su oportunidad, ya sea que dicha oportunidad llegue por méritos propios o desaciertos ajenos. Más que nada por lo último. Como aseguraba en su famosa frase Perón, “Yo no haré nada. Todo lo harán mis enemigos”, (en otras palabras: ellos solos harán todo para que no quede otra opción de que nosotros volvamos al poder). Dicha oportunidad ya ha llegado y está llegando todo el tiempo, es la que alimenta la sensibilidad de dichas posturas. Por eso mismo, tales posturas se ven imposibilitadas de escapar al significante redundante que viaja fijamente de un extremo a otro. Viaje fijo y en el vacío, sin dirección mutante. Cinismo sin ideología establecida, o que hace de la ideología lo que siempre fue, un disfraz para tomar el poder.

Lamberto Arévalo - 2018

jueves, 1 de julio de 2010

LUZ-TIEMPO (año 2002)

Enciendo mi proyector artificial y su cristal muestra lo que los ojos no ven
Asistimos turbados a un nuevo acontecimiento, intempestivo. Su fuerza virtual se compone en nuestro cuerpo envolviendo nuestra alma. El verde del pasto verdea nuestra mirada; el ojo-Bergson es contracción de la luz, así es un inscriptor de colores y luces, de sombras y oscuridades. Es “simple”; es porque hay luz que el ojo ve, es porque llega luz a nuestro espíritu que el ojo “ve”. Los objetos me perciben, dirá Paul Klee. ¿Qué ojos son estos? ¿Qué inversión de los sentidos aparece en este escenario visual?, escenario de la conciencia inmediatamente. ¿Caja negra o caja de reflejos es la visión? ¿O las dos cosas a la vez? Pantalla de cine: es totalmente blanca - o totalmente negra-, pero es la línea de luz (del proyector) que se inscribe en ella, la que da paso a la imagen, a la concientización del movimiento. La conciencia no es nada salvo impresión de lo que la atraviesa. Y ahora, son las imágenes entre sí las que provienen de la luz. Una Luz-Tiempo que se opone a la luz-espacio y a la luz-movimiento. Serán imágenes que portan dentro suyo un fulgor que las moviliza, les hace mandarse señales, guiños, encontrándose en ese “entre sí”, en el cosmos-film.

Encender las cabezas-luz buscadoras
¿Es acaso esa luz que está entre los individuos y dentro de ellos la que permite ver con otros ojos los ojos del amigo o del enemigo que nos acecha? “Según tu luz me quedo con vos o elijo ir por otro camino.” Luz-Tiempo es la que conduce a estos videntes por sus caminos, la que les muestra sus atajos, arroyos y precipicios. Luz-tiempo-motor opuesta a luz-movimiento-señalización o luz-espacio-condicionamiento.
La luz en Rembrandt en sus “Aguafuertes”, es la que da el agregado sensible a la escena pintada. Es mucho más que una simple decoración, figuración o una armonía en sus estructuras pictóricas. Es más que el remarcado de unas líneas, ¿o será que esas líneas “demasiado” negras son precisamente falta de esa luz?, ¿o remarcación de una luz-espacio que ahora tan sólo sirve para sostener y apoyar a ese espíritu que (se) “ve”?
¿Qué es sino una absolutización de todo el cuadro-pantalla, la imagen-iluminación de los programas de televisión, donde precisamente “todo debe verse de la misma manera”?
¿Qué buscaba una Marlene Dietrich que daba órdenes bien precisas de cómo debía iluminársela. (Debía ser siempre una luz cenital, exclusivamente para ella, más allá del plano que hubiese.)
Así es la luz-poder que en definitiva rige el espacio y los movimientos, la que indica sus grados y órdenes, sus valores y jerarquías... y su moral.

En el principio fue la luz
Esto no nos hace preguntar qué cosas alumbraba esta luz del “principio”, sino qué la producía, con qué motivos, para qué, en qué consistía: ¿qué clase de luz era ésta al fin, la del principio? Entonces volvemos a que “es el espíritu el que ve”; si entonces esta luz viene del espíritu, necesariamente las cosas que ilumina emanan de ella. Es algo de tono mágico, podrán criticar algunos a este problema. Problema-mágico; no está mal un enunciado así para una materia como la luz, que seguirá siendo de las más misteriosas y llena de preguntas que podamos conocer. ¿La magia, el arte, el espíritu, no nos aportan más herramientas para liberar la vida de sus ataduras y sus condicionamientos que todos los sistemas cientificistas y programáticos-estructurales?
El Cuerpo Sin Órganos de Artaud es el productor de la luz-tiempo y es al mismo tiempo esa luz. Si hay una parte que es expresión clara en mi mónada como creía Leibniz, ella es C.S.O. que habita en nosotros, que está allí entre las oscuridades y las tinieblas que son nuestros propios cuerpos, desde siempre, ¿desde el principio tal vez?.

Esos electricistas
Miles de imágenes fluyen por nuestro entorno. Operación imposible: tener “conciencia” de todo lo que se enfrenta a nuestra mirada. Hay una función de olvido del todo que se realiza en nuestra visión para presentarnos el detalle, la figura que llega a nuestra percepción o que más bien nuestra percepción nos dá. Esta otra función, la de la percepción, será entonces la que opera dentro de la macroscópico para experimentar, encontrar/se lo microscópico.
En su libro “La Máquina de Visión”, Paul Virilio cita a Bergson, ´B. afirma: “el espíritu es una cosa que dura”, se podría añadir: es nuestra duración la que piensa, la que experimenta, la que ve. La primera producción de la conciencia sería su propia velocidad en su distancia temporal, por lo que la velocidad se convierte entonces en su idea causal, idea interior a la idea´. Y habrá otra cita intensa al comienzo del libro: "El contenido de la memoria es una función de la velocidad del olvido", de N. E. Spear.
Así mismo Gilles Deleuze nos dirá que una de las potencias más importantes del Cuerpo Sin Órganos es la del olvido. Pierre Boulez escribirá un manifiesto contra la memoria a favor del olvido, “Odio el recuerdo”, premisa fundamental del “siempre nuevo” músico.
¿Qué es toda esta amnesia? ¿Una nueva voluntad? Dadaismo: la despersonalización total de la cosa dada a ver, pero también del que la mira, dirá una vez más Virilio. Fuerza de olvido por oposición a fuerza de reconstrucción. Aún el deconstructivismo se levanta añorando una esencia más pura, una imagen recobrada, que subyace en la psiquis en definitiva (Guattari). ¿Dónde están los procesos de visión, los procesos de enunciados? En ninguna reconstrucción, ninguna conciencia recobrada o yo perdido. Más bien nunca existió algún “Yo”, sino al servicio de los poderes de dominación, en todas sus máscaras: ideológicas, psicológicas, religiosas y muchas veces (tristes) máscaras filosóficas; máscaras-Yo; hoy agregamos las máscaras del marketing. Tantas máscaras para edificar uno de los principales enemigos para la vida según Nietzsche: la ampulosa y defendida a muerte, Opinión Pública.
Así es para Nietzsche, que la visión se da como fuerza intempestiva o no se da nada, sino un simple retorno de lo Mismo, un "fue", herencia genética y no menos represiva. Si siempre ha sido necesario una atmósfera no-histórica e intempestiva para la aparición de un nuevo Acontecimiento, así también siempre ha sido necesario esta “visión” del CSO para un nuevo cuerpo y para un nuevo paso del alma. De allí que el concepto de Duración se opone por su fuerza al de Eternidad. El pasado, presente y futuro son estaciones-estados del espíritu siempre por venir, siempre actualizándose en el devenir que es en sí mismo duración y no “espera” nada, es puro deseo que es siempre presente. Lo eterno es entonces ese modo de naturaleza ya fijado, condicionado y condicionador, organizador de valores éticos y morales. La duración, por el contrario, sólo posee una ética (Spinoza), ninguna moral, más bien es ella la que va decidiendo-deviniendo según sus potencias que transforman todo a su paso, otorgándole a cada instante su afirmación, su naturaleza, su voluntad de poder. Nada de dominar. Nada de esperar la revolución, como dice Deleuze, más bien devenir revolucionario; contra todo pasado o futuro de las revoluciones, siempre el devenir imperceptible e intenso - también frágil -, devenir-revolucionario.
Luz que se enciende, luz que se lleva dentro para ver la ruta, luz que pasa a través del cristal cuyo haz ilumina nuestro mundo interno y externo a la vez. Luz de noche. Luz profética que, como dice Blanchot de la palabra profética, más que adivinar el porvenir tiene la potencia de inventarlo, de transformarlo, declarando engañosa esta idea del porvenir. Luz tan falsa como auténtica ya que es, la de la nada que produce algo, luz potencia de lo que está siempre ausente, ausencia de imagen para devenir-luz, artificio para producir algo real, máquina de visión que ve el mundo de la multiplicidad contra los ojos, que ven tan sólo lo que tienen por delante. Cuando Nietzsche hablaba del Eterno Retorno, estaba hablando de la Duración-Luz-Tiempo, en la cual lo que retorna siempre es decididamente algo nuevo.
Filósofos-Electricistas, uniendo las corrientes positivas y negativas de la vida en una sola fuerza; el ying y el yang, el camino, el tao; lo externo y lo interno en un mismo plano; devenir del alma y el cuerpo en un mismo pliegue; la imagen y la ausencia de imagen en la luz-tiempo.

martes, 1 de junio de 2010

LUZ-TIEMPO (2) (año 2002)

“El hombre es naturalmente paradojal cuando se refiere a los temas en que su vida influye sobre su raciocinio y sobre sus deseos íntimos. Cuando reflexiona y cuando canta.” - E. M. Estrada -

Corazón de luz

El sabio místico casi siempre fue alguien que estuvo destinado a pasar gran parte de sus días en una caverna. En la oscuridad. La zona oscura del espíritu ha sido siempre un asunto reservado a estos hombres espirituales.
San Juan de la Cruz tuvo su más famoso poema cuando encontró “la noche del alma”. En su cuerpo encarcelado y oscuro encontró Santa Teresa a Dios. Pasar por la experiencia de la oscuridad interior es lo que han necesitado los místicos para sentir en carne propia su deseo divino. Esto que tantas veces se ha interpretado como el entendimiento de que les faltaba la presencia de Dios o que necesitaban a Dios puesto que sentían la oscuridad y por ende la falta de luz, es completamente desacertado. Jamás el Deseo se ha confundido con la carencia de algo ni con su necesidad. Ni siquiera el Deseo en su devenir-divino. Más bien fue este devenir divino en el místico el que ha pedido y podido pasar por estas pruebas, por estos combates del espíritu y sus tinieblas, fortaleciendo al deseo mismo. Este estar entre las tinieblas es el poder del alma misma. No hay en realidad una guerra contra la oscuridad, hay más bien un conocimiento como potencia de afirmación que pide que la oscuridad sea experimentada para “entenderla”, vivirla, conocer más de ella. No es la ilusión de una luz que vendrá por recompensa, sino la experiencia misma de esta luz, que lleva al místico a estar en el medio, entre la luz y la oscuridad, entre el día y la noche, entre la tierra y el cielo. Conectando a los unos con los otros, percibiendo a lo otro en su yo, viendo al espíritu en cada roca, en cada planta, y sintiendo que es allí donde está la evidencia de eso superior, en la superficie de la tierra que no por casualidad es la capa más fértil de ella. Es en el deseo entonces donde se halla el medio y es en el medio en donde siempre está el deseo; es un viajero espiritual.
La Navidad, que sea en la tierra, pedía Rimbaud. Una nueva navidad para una nueva tierra. Para los grandes pintores religiosos la luz estaba en el cuerpo de Cristo, tan pegada a él que en realidad salía de su cuerpo al mismo tiempo que llegaba a éste emanando de Dios. Esta luz del cuerpo, luz del espíritu al mismo tiempo, será la que va a ser perseguida en realidad por la Iglesia, ya que si la luz está en los cuerpos ya no responderá su emanación a las explicaciones y descripciones que harán los curas de estas imágenes. Dios, plan nunca definible, según Spinoza; Dios de donde surgen las fuerzas de vida siendo éstas las portadoras, en todos los cuerpos, de la divinidad según el sufismo, no es el mismo que el Dios separado de los seres humanos y creador de culpa infinita de la iglesia. Este será un Dios rector. El otro un Dios compositor. Un régimen distinto de la luz se encuentra en estas dos posiciones y un régimen distinto de los cuerpos: cuerpos sin órganos como pura intensidad contra un cuerpo del Orden que es pura falta.

“Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo
toda ciencia trascendiendo”

San Juan de la Cruz

Todo sentir privado y el espíritu dotado...pasar de lo sensible a lo insensible, de lo percibido a lo imperceptible, de saber no sabiendo, o sea de saber desde otro plano, desde una conciencia que supera a la conciencia: su espíritu. Lo que decía Spinoza: hay más cosas en el espíritu que en la conciencia que tenemos de él. El místico es el que ahora no quiere saber nada con los sentidos, ya no confía en ellos, ni siquiera en su corazón, menos en su cabeza. Corazón de luz pide el místico para su cuerpo y su alma. Corazón anorgánico para una vida orgánica. ¿O será esencialmente ésta una vida no-orgánica? El cuerpo sin órganos lo demuestra a cada instante, solo que nuestro cuerpo, la idea que nosotros nos podemos hacer de él, la conciencia que nos hacemos de él, la ciencia que tenemos para él, no “ve” tales demostraciones. Cuando el CSO describe nuestras sensaciones supera a su vez a toda sensación, porque más bien es él el que está antes de toda sensación, es el productor de toda sensación pero a su vez nada es sin ellas. Es lo no-sensible por naturaleza pues en él se acogen todas las sensaciones que como Afectos resplandecerán de él y le darán a su vez un cuerpo, el cuerpo (siempre nuevo) que pide el cuerpo sin órganos. Por eso todo cuerpo es en la medida en que es afectado y no sabríamos lo que puede un cuerpo a no ser que se cumpla este requisito. Entonces, volviendo a la descripción, si el CSO describe, es siempre superando al objeto que describe, describe inclusive lo que está más allá y más acá del sujeto. Descripción de un individuo que es entonces esencialmente despersonalizante, como decía Paul Virilio del Dadá. No hay sujeto ni objeto para el cuerpo sin órganos. Es siempre una fuerza lo que ve. Lo que ve es más que una imagen y menos que una imagen. Revelador-vidente-profeta por naturaleza, el CSO transforma al cuerpo en pura superficie, pantalla blanca o pantalla negra, un espacio liso en donde atravesarán como viajeros en el desierto los acontecimientos-luces de la Vida. Él es pura fuerza de intensidades múltiples que sólo da respuestas al Deseo llenándolo de preguntas. Es el Deseo mismo.

“Pues la paradoja muy pocas veces suele ser un compuesto de notas simples, sino un acorde integrado por innumerables voces, muchas opacas y de ultratumba. Se diría que la paradoja no se produce en un lugar bien iluminado de la conciencia del todo despierta, sino más bien en algún margen que confina con las oscuras fuerzas de la adivinación y de la sangre. ¿En qué zona del alma se produce la paradoja, cuál es su clima? Un poco la zona de los instintos; un poco el clima de la pasión. Podría localizársela allí donde el alma se siente a sí misma como rodeada de lo incógnito, en las fronteras de lo que está debidamente explorado, con sus experiencias ancestrales y personales, en el deslinde de lo conocido y de lo desconocido. Diríamos en la región donde aún la razón es intuición....” - E. M. Estrada -

sábado, 1 de mayo de 2010

Tener un Cuerpo (CsO) (Año 2002)

El conocimiento de la obra de un filósofo cuyas ideas violentan al pensamiento, se parece más a un entrenamiento espiritual que a un estudio estructurado de sus conceptos. En este entrenamiento (ahora) filosófico se hace evidente, como en pocas oportunidades, que el cuerpo y el alma experimentan las mismas pruebas… y que ambos deben querer atravesarlas si quieren recibir de dicho filósofo sus intensidades, sus señales y pensamientos. Entonces, “es deber tener un cuerpo”, dice Deleuze resonando con Spinoza. ¿Una nueva moral? ¿Una construcción y una creación ética? ¿Y estética?
Un cuerpo por empezar nunca preexiste, es siempre el resultado de una mezcla. Un cuerpo será así una potencia y una potencia siempre se definirá en su relación con otras potencias. Por eso cuando hablamos de Un cuerpo, este “Un” designa, siempre, una multiplicidad. Cuerpo, un sustantivo aplicable, virtual y actualmente, a infinitos registros. Cada pliegue, cada molécula, cada idea posee un Un múltiple y crea múltiples singularidades.Todo en el Universo tiene Un cuerpo.
Están los cuerpos materiales, vegetales, animales, humanos, cósmicos y hay más. Tenemos los cuerpos inmateriales, las sensaciones, las ideas, las percepciones. Por eso un cuerpo ya lo tenemos y siempre estamos haciéndolo. Gilles Deleuze dirá que podemos decir: “un cuerpo, un pueblo, un mundo”, que no habrá diferencia de naturaleza entre estos términos. Aquí empieza a plantearse un problema-interrogante: ¿cómo se constituye un cuerpo, cómo se lo crea? Un cuerpo es ante todo un conjunto intenso. Un conjunto necesariamente informe pues la intensidad se presenta antes que la forma, es su naturaleza, su estado de presencia. Este cuerpo se maneja por coordenadas y no por ordenadas. Si hay órdenes son órdenes de sensación; un orden para y en cada nivel de sensación, que es lo que da consistencia y constituye al cuerpo en cada caso-tiempo en el que se halla implicado, dándole y creándole su estética singular, su territorio y sus flujos únicos… Por eso hablamos de coordenadas, en el sentido geográfico. Deleuze nombra Latitudes y Longitudes, a las líneas que recorren al cuerpo. Intensidades y Devenires.

Un Cuerpo multiplicidad no va a responder a un centro (Yo, Ente, Idea, Sujeto, Etc.) ni a una ley (Sistema, Estado, Estructura Religiosa, Etc.). Deleuze tomará de Antonin Artaud su creación poética del “Cuerpo Sin Órganos”, para convertirla en una fórmula conceptual por excelencia para los cuerpos, su funcionamiento y su composición o descomposición.
El "CsO" es un cuerpo sin organización, sin un orden preexistente; (un orden siempre es de carácter preexistente y deviene, en realidad, de un cuerpo-sujeto con voluntad de dominio; un cuerpo-sujeto que compone sus devenires de manera autoritaria y con el deseo de dominar a su voluntad inseparablemente de las voluntades que lo rodean, de allí su satisfacción y su realización. De allí que podemos llamar esclavo a un sujeto de dominio, pues antes que nada su voluntad es la esclava de su presencia). Sin ley trascendente que lo juzgue, ante el “CsO” la idea real o abstracta de Organización será sinónimo concreto de Organismo, Órgano, Estado, Aparato, Tribunal, Yo, Significado, Significante...Aquél que dice: “yo soy esto, vos sos así.” El “Gran Organizador” nato, “el buen juez”.
Es interesante resaltar que Deleuze no va a utilizar jamás el término energía, y sí va a llamar intensidad o fuerza a lo que recorre y llena el cuerpo sin órganos. Más aun, uno de sus conceptos más importantes va a ser Devenir – de ahí que hace rato que lo estemos utilizando, inevitablemente-. El Devenir será lo que nos asegure no quedar estratificados, endurecidos, tomados por la Organización. No hay Organización que no los tenga y que no esté atravesada por devenires, pero nunca deberíamos confundir lo organizado y su constitución con ellos, ¡es tan fácil hacerlo, imperceptibles como son!

Los componentes intensivos del "CsO" serán líneas de fuerza que atraviesan y arrastran a cada "CsO" haciéndolos variar cada vez de Naturaleza según el acontecimiento que los envuelva. No habrá cambio de intensidad sin cambio de naturaleza para el "CsO". Así, no será la energía de un cuerpo lo que lo defina sino a qué Naturaleza pertenece según la fuerza que lo atraviesa.
El "CsO" Deleuziano es también una crítica política al sentido del cuerpo actual y capitalista. Un breve y no acabado diagrama múltiple entonces.
:- El CsO es nómada. El Cuerpo capitalista es sedentario. - El CsO está siempre en devenir y no se diferencia de él. El Cuerpo capitalista permanece siempre idéntico a un Yo, sea en su relación conciente o inconsciente. - El CsO pertenece al orden del tiempo espiritual. El Capitalista al espacio-tiempo cronológico. - El CsO es múltiple, su Ser es el del Devenir. El Capitalista responde a la idea del Uno, su Ser es una Unidad. - El CsO siempre se está haciendo y creando. El Capitalista preexiste, viene dado y sigue o crea reglas fijas. - El CsO es creativo, expresivo, intempestivo y sin imagen. El Capitalista es informativo, copia, reproduce una imagen-cliché. - El CsO es exterior e interior a la vez y recorre un plano inmanente. El capitalista, su interior es siempre el resultado de un exterior que lo interioriza cada vez más y vive en un plano trascendente.
Por ello, otra vez, un camino en filosofía debe adquirir todo su sentido desde la perspectiva intempestiva que plantea su nombramiento como tal, o sea, camino para pensar –otra vez-, creación, funcionamiento, prueba, error, experimentación con diferentes materiales y máquinas, devenir con diversas expresiones, composición. Poner en marcha la Máquina para atravesar muchos caminos, y siempre en camino. “La Lógica debe ser como la ruta”, dirá Deleuze, uno debe estar allí siempre en movimiento, si te detenés te pisan.
¿Dónde están los Cuerpos Sin Órganos?
Algunos momentos nítidos en la vida del CsO:
- en el cine de Ozu, el primer cine de Wenders, en Godard, Syberberg, Sokurov
- en la música de Debussy, Messiaen, Mozart, Fripp, del Zen
- en la pintura de Bacon, Klee, Tintoretto
- en la filosofía de Spinoza, Nietzsche, Bergson, Foucault, Serres
- en la literatura de Artaud, Henry Miller, Melville, Rimbaud , Michaux
- en la danza butoh y contemopránea
- en el teatro de Tadeus Kantor, el clown
- en la química de Prigogine
- en un devenir revolucionario: asamblea popular, cacerolazo, creaciones colectivas intempestivas, etc.
Pero, desde el origen de los tiempos se pasea el CsO, siempre diferente a sí mismo, confundiéndose en todo para que todo sea una intensidad singular...
Para que cada gota de la ola sea distinta y gracias a su diferencia y unión intensiva nos haga quedar maravillados ante su estruendo, en una superficie que será también la nuestra, la de nuestro cuerpo y alma reunidos por la misma piel, la playa de nuestra vida. Por eso "lo más profundo es la piel" dijo Paul Valery. Porque hasta la más pequeña molécula de nuestro cuerpo "conoce" a su cuerpo sin órganos y sabe que allí anida su gracia. Por eso el ser es una multiplicidad y todo habla de y por él: una gota, un color, una idea, un animal, una molécula tienen el poder de hacer hablar al Ser, de hacerle conocer, experimentar, todo lo que el Ser por sí mismo no conocería.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Ponencia dada en Centro Cultural de la Cooperación - año 2004 -

LA IMAGEN HOY:
Tanto en la filosofía como en el arte dominaba un idea (y aún sigue teniendo su lugar del lado del poder y de la historia del pensamiento), la idea de una imagen única del pensamiento que obtenía su constitución del hecho de reproducir las articulaciones y mecanismos de la conciencia. Una imagen de las cosas como cosas dadas, los enunciados como decretos, las expresiones todas juzgadas desde el punto de vista del bien y del mal en general. Más allá de cualquier ideología, la misma máquina de concientizar dominaba todas las disciplinas en general, sigue dominando, sigue y sigue. Salvo a aquellos movimientos o autores que saben resistir creando otros modos de concebir la realidad, otros modos de producción de subjetividad. Una política que ya no cree en, ni quiere crear una imagen.
“El jardín de los senderos que se bifurcan”, “Alicia a través del espejo”, “La cruzada de los niños”, F.Scott Fitzgerald, Peter Brook. Antonin Artaud. Films como: “Hitler, una película de Alemania”, “El ciudadano”, “Sin aliento”, hoy “Elephant”, Tarcovsky. La danza butoh, la contemporánea. La música contemporánea, desde Debussy hasta nuestros días. De Paul Klee hasta acá... El Cosmos es la materia propia con la que trabaja el nuevo arte y este cosmos es la materia en sí molecularizada. La materia artística ya no separada, sirviéndose de la operación materia-sustancia como en el clasicismo. Tampoco creyéndose única sobre la tierra, materia variada continuamente como en el romanticismo. Ahora la materia deviniendo molecular se ha vuelto cósmica, el artista crea un pueblo siempre futuro, y encuentra la verdadera naturaleza de la resistencia, la creación.
La materia, así será la constituyente de nuevas relaciones consigo misma, relaciones con su carácter fractal y molecular que la harán devenir ilimitada. De acá podría surgir una nueva estirpe entonces, ni el hombre a imagen y semejanza de lo divino, ni el hombre dominador y creador de una forma que hasta vence a Dios, la forma Hombre. Ahora es un hombre del afuera, ilimitado, que no tiene exterior ni interior, un hombre cargado de animales, de piedras, de cosmos; nace el hombre como potencia e intensidad y ya no como forma o imagen, y sin duda el arte es el primero en mostrar que este hombre ya es posible.
El Arte, compañero inmanente del pensamiento, creador de nuevas formas de pensar que se hallan plenamente expuestas en los procesos artísticos y se justifican como mínimo por lo que este pensamiento artístico fue y sigue siendo capaz de crear, viene encontrando en sus caminos creacionales, sobre todo a partir de la segunda guerra mundial, una manera absolutamente distinta de concebir las imágenes. La imagen ya no se pretende como representante de la verdad, ni la verdad de un sujeto ni la verdad de una estructura, la imagen ahora es una potencia de lo falso, imagen creadora y siempre creada en su plena actualidad.
Desde Nietzsche hasta los grandes artistas de hoy, el arte funciona como catalizador y productor de los grandes conceptos que hoy deben ser pensados y creados. Ahora el pensamiento no como oposición al arte sino como una disciplina que debe beber de sus aguas ya que el arte en definitiva es como decía Nietzsche, siempre un problema filosófico.
La conciencia es sólo una imagen preconcebida del mundo, la conciencia es concebida como decía Bergson siempre conciencia de algo. Ahora la conciencia es algo, sin intermediarios ni representantes. A aparecido el Tiempo, el tiempo no cronològico y la conciencia clásica de este modo sufre su crisis, la imagen vive su crisis, afortunadamente.
Este mundo ya no nos devuelve la imagen de nosotros mismos. El mundo cambia como cambiamos nosotros en un mismo proceso, ya no estamos en el mundo como decìa Rimbaud, ahora somos el mundo.
La organizaciones comunitarias, los movimientos cooperativistas, los piqueteros, por nombrar algunas expresiones de una manera de hacer política de modo minoritario, o sea, en contra del Poder, no deberían esperar del arte que reproduzca sus modelos de organización como si estos fueran modelos estructurales y/u organizadores de una lucha de resistencia. Más bien es en su conexión con el arte como proceso de enunciaciones colectivas, donde se rompe con el modelo burgués y sedentario del sujeto de enunciación y se establece lo múltiple como producción de intensidades que, al no pertenecer al modelo de la conciencia no erige ninguna figura superior, ningún autor, ningún dueño. Si el arte logra lo mismo que las luchas de resistencia política no es por copiar la forma exterior de estas luchas sino por lograr una conexión intensa y que descentra y termina de una vez con la idea de sujeto y sedentarismo burgués. No se trata de que ahora el arte “lo hacemos entre todos” como se dice, o que el arte es de los “trabajadores de la cultura”. Este tipo de denominaciones jamás se oyeron de la boca de los encargados de llevar adelante los grandes procesos artísticos, Glauber Rocha incluido se ponía él al frente de sus proyectos y daba su vida por ellos.
Que no haya autor, que no haya dueño –en el sentido burgués y capitalista del término- es que ahora el artista no se vive a sí mismo sino es como una intensidad que produce el encuentro con otras intensidades, como creador de imágenes de lo que no podemos ver, ni él podría de no ser por lo que las imágenes “le” muestran. El artista es ahora Vidente pero no por estar encargado de revelarnos un saber que está más allá de nosotros, sino porque hace visible lo invisible, eso que constituye la materia misma de lo que podemos llamar “nosotros”, o sea el Cosmos. Lo que llamamos imágenes es un clichè, ya están creadas fuera y dentro de nosotros.
Por eso la función del arte es ahora descubrir lo que no es visible a los sentidos y hacerlo visible. Un arte que ya no habla en nombre de ni por otros. Un arte que es la producción vital de Otro compositor que está en el pensamiento. Un pensamiento sensación por oposición a un pensamiento de la conciencia. Un arte capaz de captar las fuerzas del cosmos que no están en otro lado que en la materia. Las fuerzas de un tiempo inmemorial que se hallan tanto en la piel de nuestros cuerpos como en los pliegues una montaña. Una memoria cósmica por oposición una memoria personal. Un devenir irrefrenable que envuelve tanto al arte como al mundo en busca de una misma composición creadora de nuevos sentidos.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Fuga Negra (año 2002)

(Hablar–Cantar = Rap)

Entrecruzamientos entre el Rap y la filosofía de Gilles Deleuze

“¿Qué te pasa, no te avivaste de tu mente?/¿Qué te pasa, estás perdido entre la gente?/¡Corre por nacer, tu vida se creará otra vez!” (Geo Ramma, tema: “Tragedia”)

“Oro en tu alma. Oro en el pecho.” El rapper lleva esa insignia en su cuerpo como signo de su valor interno y rasgo externo. ¿Oro falso, oro verdadero? Efecto oro. No hay un exhibicionismo o lucimiento personal. Por el contrario, hablan de “no me importa tu dinero ni tu clase social”. Es más bien una clase-multiplicidad espiritual. Se reconocen por un determinado conjunto de señas, gestos, actitudes de cuerpo, modos de saludos que hace un rapper y lo hacen a él. La manera de caminar distingue a un rapper de otro. Hay cierta elegancia animal allí. -¿Qué elegancia no es un devenir animal?- Filos y sinuosidades que luego se continúan en su danza. Esos giros, esas quebraduras. Todo un atentado contra los centros de gravedad: Ahora es la cabeza el pie que hace rotar al bailarín: cabeza-pie, cuerpo sin organización. Hay una disociación continua, mejor dicho una perfecta armonía-discontinua; no sólo del movimiento que lleva la música con el del que la baila, sino también, en el propio cuerpo del danzarín.

Es Rap, ni más ni menos, el acontecimiento de todo lo que pasa en esas calles del Bronx, Harlem: lo discontinuo, los arrebatos, paredes escritas y tatuajes en la piel, los extranjeros en su propia tierra, los idiomas extraños para una lengua dominante como el inglés: chicano, orientalenglish, cubano-spanenglish, etc. Las mafias, los vagabundeos, los gatos, las ratas y monos, los charcos, las roturas, los nomadismos, los pequeños acontecimientos afectivos de situaciones cotidianas que sobresaltan a cualquier paseante desprevenido. De todo esto sobresale una lengua absolutamente sacada de sus goznes y coordenadas oficiales, voz sin ejes, voz contra-poder, rap. Una voz que quiebra la voz dominante...

Va de nuevo: Rap = Hablar-Cantar

Ni hablar, ni cantar, sino rapear. Puro devenir de la voz que habla y que canta al mismo tiempo. Rap, devenir minoritario. Creado por la minoría negra de EE.UU. Cuando un blanco hace rap qué hace sino volverse negro. Devenir negro. Devenir chico-bestia. Beastie Boys: Rap, Budismo-Zen, Humor Absurdo, Política, - devenires extraños para una banda famosa -.

Los blancos-negros siempre nos han gustado mucho más que los negros-blancos. En realidad, estos segundos no nos convencen en lo más mínimo. Nada peor que un Michael Jackson queriendo “parecer” blanco (o blanca, es lo mismo). En un blanco es siempre un halago: “canta como un negro” (Tom Waits, David Bowie, Mick Jagger). En un negro, ser como un blanco es siempre un síntoma de decadencia, de estupidización, al menos de mercantilismo. De querer “Ser-Como-La-Mayoría”. Es quien dice “yo amo a todo el mundo”, triste amor este, amor barato y pueril. ¡¡Ámenme que yo los quiero a todos!!, grita el tramposo, sea negro o blanco.

Arthur Rimbaud dice: ”- Yo quiero ser negro.” Y automáticamente está trazando una línea de fuga. Línea de fuga para la lengua francesa y sus ansias de dominación de la cultura mundial de esa época. ¿Qué es la poesía de Rimbaud y sus escritos sino un rap? “- Que no se sepa nunca si es batalla o danza”, ¿esto lo dice un francés del siglo XlX o un habitante de Harlem, un rapper? Ser un negro: devenir negro, que hasta los negros deben atravesar. Siempre está el peligro de convertirse en monos de feria, repetidores eternos de un mismo número, que agrada y simpatiza siempre igual, al resto del mundo. La famosa mueca de Louis Armstrong cantando para los ejércitos de EE.UU., es ni más ni menos que “si, me burlo de ustedes y me puedo burlar de mi mismo”. Rap también es eso.

Vídeo-Clip: El rap prefiere estas imágenes: autos que saltan con sus patas-ruedas delanteras de caballo, cámaras filmando siempre al ras del piso, como si no fuera posible filmar de otra manera a un rapero. Rapper-mono, zorro, siempre semi-agachado, bamboleándose, mirándonos de golpe con furia y de golpe riéndosenos en la cara, como sólo un animal se atreve a hacerlo. Grabadores portátiles apoyados en el hombro y pegados al oído. Música nómade. Oyente nómade. No hay un lugar único donde oír y hacer rap, es caminando, quieto en una esquina, en un parque, en la calle, siempre en un afuera. El oído, la oreja es ya la música misma sin intermediarios. Beckett dirá: “- lo digo como lo oigo”, Beckett, otro extranjero en su propia lengua.
Por eso es mentira que es simple el rap. Junto a ese compás de 4 x 4, en su base está la orquesta de la ciudad, orquesta-tránsito. Es como una composición de Edgar Varesse, el genial compositor contemporáneo: bocinas, chirridos, gritos de desconocidos, de animales, de desesperados, de amantes y enemigos. “- Salvados-perdidos.”

Es imposible oír rap en el living de nuestra casa sin poner a todo nuestro cuerpo en esa escucha. Tomalo o dejalo. Si no va el cuerpo no va el rap. Es entonces, cuando aparece el cuerpo, que estamos conectando con lo que el rap tiene de popular. Es una conexión irracional, intensa; devenir popular: soy un pueblo y hay un pueblo en mí – vuelve otra vez Rimbaud a rapear: “- Yo soy otro”, creo un pueblo, creo un cuerpo. Una buena razón para creer en el Rap: nos hace creer en el cuerpo. El tambor que suena sin parar, minimalmente, es el latido del corazón de esas almas, la voz rapeando es la de las otras voces que están en un devenir “absoluto”.

Sabemos de los peligros que conlleva esta línea de fuga–rap: luchas a muerte entre bandas, monopolios, venganzas fatales, pero ahora no tenemos tiempo de hablar sobre esto. Sólo diremos que el rap atraviesa los peligros de todos los movimientos artísticos (que siempre son sociales y políticos), en él esos peligros son de índole tribal-pasional, peligros que surgen cuando surgen las organizaciones del tipo mafia. Podemos recordar estremecidos a la Mafia-Breton-Surrealismo contra la Tribu-Artaud-Intensivo... Es propio del carácter del rap: tomame o dejame, te amo te odio.

Cuando Miles Davis conoce el rap, ve dentro de si un límite, lo oye mejor dicho y decide atravesarlo. Considera al rap la música del futuro. Se acabó el jazz dice por un momento, entonces: “DooBop”, una nueva música Bop. A seguir esa línea, a fugarse por entero, a arriesgar lo poco que le queda de vida en este nuevo devenir, sus últimos soplidos. Devenir Davis del rap, devenir rap de Davis. Él, que siempre arriesgó una nueva tirada de dados; parece emblemático que su último disco sea de rap. Hecho mano a mano con un rapper, Easy Moo Be. Lo antiguo, el jazz, y el futuro, el rap, en una misma línea.
Siempre habrá un nuevo apodo para un nuevo rapper. ¿Qué apodo se hubiera ganado Davis entre los rappers de haber seguido vivo? ¿Trumpet Air, Old Hot Blue? Siempre tienen uno. Nombres que designan una intensidad, que es quien los crea. Nombres que provienen de un afuera-calle-caótico y no de un interior-familia-institución. Apodos: Snoopy Dogui Dog, Coolio, Ice T, T-Pac, Dr.John, Prince. Siglas, R.D.C. Especies de contraseñas para unas bandas que conocen sus secretos y exprimen la expresión más pura de ellos. Nombres que derriban las asignaciones institucionalizadas. B.I.G. Existe el caso del rapper que se elimina el nombre para hacer ahora de sí un puro símbolo, y ser llamado así, extrañamente, “símbolo”, sin remitir a ningún nombre.
Puro nomadismo, marcas tribales, devenires indio para devenires negro. Pocas letras tan políticas. Pocas voces tan rítmicas. Lo que pedían los músicos cultos del uso de la voz (Schoemberg, Messiaen, Berg) lo encuentra el rap con toda naturalidad. Hablar-cantar. Devenir urbe. Devenir la gran urbe. Devenir siglo XXI. Devenir negro, devenir animal, devenir música. Ser un nómade en su propia tierra. Fugarse sin moverse del lugar. Aligerar la Tierra, darle nuevos ritmos, ahí está la clave de la vida. Rapear del pensamiento, del cuerpo, de la sensación. Pura voz. Sí, siempre hay muchas voces en una voz. Una voz que es ella misma un contralenguaje, un puro acontecimiento sonoro. Voz-clamor. ¿Qué gran poeta no rapea sus poemas cuando los recita? ¿Escucharon a Dylan Thomas, a Henri Michaux? ¡¿Y a Artaud?! ¡Cómo rapean!

“Solo lo que sigo lo hago sin sentido, sólo lo que sigo no tiene motivo” (Geo Ramma)

Una anécdota sobre devenires revolucionarios y la presencia, escrita hoy 19/12/08

19 de diciembre de 2001. Mi hijo, Sebi, ya llevaba 7 meses y 18 días de nacido. Jamás había tenido una fiebre, ni siquiera mínima…

Esa noche, con su mamá íbamos al cumpleaños de su abuela materna. Nos esperaba una gran fiesta. Los 60 años de ella serían recibidos con bombos y platillos (y cosas que ni nos podíamos imaginar).
Yendo al cumpleaños en un remise, comenzamos a darnos cuenta que algo distinto estaba pasando en la calle ese día. Era el atardecer. Empezaban a aparecer grupos de gente en las esquinas, gomas quemadas y unas, hasta ahí, tímidas cacerolas percutidas con muchas ganas.
Sebi estaba muy tranquilo, el remisero no tanto, nosotros entre expectantes y asombrados por lo que veíamos.

Comenzó la fiesta. La gente iba llegando. Todo en el lugar estaba preparado de manera fastuosa y luciendo los mejores honores al motivo de la celebración. Los ruidos de la calle empezaban a oírse cada vez con mayor fuerza en el interior de la casa.
Nuestro bebé, empezaba a estar distinto a lo acostumbrado.

Ya de noche, el bebé estaba decididamente molesto con algo. No era una simple inquietud, no era un capricho de esos que uno no puede entender. Algo en él lo tenía incómodo, se lo sentía atravesado de un temblor contenido… y de pronto, su temperatura corporal empezó a elevarse considerablemente. Llantos. Más llantos. Insoportables. Imparables.
La mujer que siempre trabajó en la casa de los abuelos empezó a conjeturar: tiene mal de ojos. Por lo tanto ella debía hacer algo. Se retiró a un rincón donde nadie la viese y al parecer comenzó a realizar un rezo o algo así con el que nos aseguró que nos iba a ayudar a que nuestro hijo estuviera mejor. .. Pasó media hora, el llanto seguía. Al parecer el ritual anti mal de ojos no estaba dando los resultados esperados. (La fiebre duró más de 24 horas).

Pasó no más de una hora, la molestia de Sebi no paraba y nos fuimos. La razón estaba a la vista, el niño mal y nosotros sentíamos que no había ya motivos válidos para estar allí. Volvimos a nuestra casa… Y afuera, ya sabemos lo que había comenzado a suceder.

Gilles Deleuze dice que lo que importa son los devenires revolucionarios, que no importa el futuro o el pasado de la revolución, pues mientras creemos que ese es nuestro problema, los devenires revolucionarios están ocurriendo – y habría que tratar de verlos, oírlos, experimentarlos-. Esos devenires ocurren dentro y fuera de nosotros.

No tengo ninguna duda de que ese 19 y después el 20 de diciembre del 2001, fuimos atravesados por un devenir revolucionario. Hicimos un devenir revolucionario. La primera fiebre de mi hijo y el primer devenir revolucionario social-colectivo en el que estaba participando se presentaban de manera inexorable. Por un tiempo fuimos otro pueblo, o supimos lo que es cuando el otro es una figura colectiva e indiscutiblemente nada personal.

Tal vez los bebés tengan, como dice Deleuze, un cuerpo intensivo. Todos nacemos con él. Luego, en el devenir de la vida, lo perdemos, lo sujetamos, lo olvidamos, lo enterramos o cuando podemos, cuando queremos lo hacemos presente otra vez.
Un cuerpo intensivo capta las fuerzas que persisten incesantemente fuera de él, ya que la naturaleza de un cuerpo intensivo es poseer fuerzas que no hacen la diferencia entre lo interior y lo exterior. Fuezas a-personales y a-significantes. Fuerzas de lo que llamamos, la presencia. Su aptitud para capturar el afuera es inmanente, no conoce límites, y él y ella son tanto generadores como interceptores de esas fuerzas.

Un devenir intensivo no tiene punto de partida ni de llegada, él intercepta. Intercepta lo que en la vida se presenta como afirmación, como transmutación, como voluntad de poder.
Por eso, un devenir revolucionario no busca la toma del poder sino que afirma el poder del devenir, el poder de la voluntad que hay en todo devenir.

La presencia, en los devenires, es una operación, un acto. No hay presencia sin un cuerpo intensivo que la capte. Y no hay cuerpo intensivo sin una presencia que sea su canal por donde llegan las fuerzas y que es él mismo fuerza.

La presencia no es un origen, no está en un origen, no es la manera de llegar a un origen. Es siempre una zona de intensidad, que se la conoce porque actualiza y realiza una intensidad que o no sentíamos, o no existía aún. Su existencia es instantánea y al mismo tiempo no posee una duración predeterminada. Aquí lo instantáneo es sinónimo de fuera de un acto conciente. La presencia es casi lo mismo que la intuición tal vez, al menos son inseparables.
La presencia produce conciencia, a partir de una producción que comienza con las fuerzas inconcientes que habitan en cualquier plano de los universos que nos atraviesan constantemente. El universo de lo cotidiano, el universo laboral, el de las fiestas, el de los amantes, el de lo social, el de la naturaleza... En todos los universos se encuentra la presencia como la operación que logra poner en acto las fuerzas invisibles, impensables, inconcientes que insisten en todos ellos.

Entonces, tengo un monumento de sensación que me acompaña hace años. El monumento está compuesto por estas sensaciones –las que puedo nombrar al menos-: una fiebre que nada la puede parar, una fiesta inevitable e inolvidable que prácticamente jamás sucedió, un pueblo –el nuestro- movilizado hasta donde sus fuerzas lo exigieran –más allá de cualquier concepto cívico establecido-, un gobierno expulsado por este mismo pueblo irrefrenable, un devenir revolucionario.

Hoy algunos dicen, "no pasó nada. Siguen los mismo de antes manejando el poder". Y, digo yo, ¿qué quieren? Jamás una cacerola pidió el poder. Las cacerolas querían que los que estaban allí y ahora se vayan ya, y esos, se fueron… Después, el hormigueo siguió. Yo empecé con los talleres de filosofía y acá sigo. La madre de mi hijo no paró de bailar más en su vida, como nunca. Sebi ya tiene siete años y medio y sabe que tiene la responsabilidad y el honor de hacer lo que quiera.

"El devenir revolucionario ya fue, pasó" –eso dicen los caretas-. Nosotros sabemos que un devenir revolucionario siempre pasa, es un puro presente que no deja de pasar. Pasa y pasa y pasa. Esa es su vida, esa es su fuerza, siempre actual. Esa es su presencia.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Ante la presencia (2/1/04)

“Lo más difícil cuando te pasan esas cosas es aceptar que caes.” Desconocido charlando con desconocida (para mi) por una calle de Buenos Aires, en la tarde de un 1º de enero de 2004.
Habría que mirarme tropezar por las calles en ese momento en que siento que la vida me pone en situación de víctima, y entonces sorprenderme a mí mismo como un mal caminante, nada más que como un mal caminante...
Cada vez que estamos ante la presencia de un término figurativo de un suceso, promovemos en nuestra interpretación de las cosas un nuevo antecedente. Esta manera enciclopedista de darnos cuenta del mundo que nos atraviesa está determinada por un signo bien preciso: la aprobación. Buscamos rápidamente en ese pasado que nos hace ser, la prueba de nuestra redundancia constituyente, la garantía de que las cosas se mueven como esperamos que se muevan, aún sus sorpresas, aún sus derivas.
El mar se traslada, esto es algo que no podemos decir. Sin embargo el barco toma la forma temporal de este universo, eso si podemos decir. Entonces, la capacidad innata que tenemos de maritimizarnos en un barco se ve positivisada, se encuentra en regocijo, nuestro entendimiento se ve satisfecho.
La momia se mueve como las pirámides. Esto lo podemos decir y creemos que estamos frente a una analogía plausible, entera de sentido, vista desde un más acá trascendente y fluido que nos hace acomodar mejor en nuestros sillones ontológicos.
La puesta en escena podría ser hasta ahora claramente dibujada: tomamos el lápiz y trazamos coherentemente un sillón, una momia sentada en él y, cubriéndolos del caos, como si fuera su casa, una pirámide.
Y en la aprobación anida el cansancio. En esta técnica se encuentra escondido más adelante, el agotamiento.
Siempre me he movido desde la precisa necesidad de las brumas. Siempre he atisbado la enorme capacidad del arte de nombrar torpemente la mejor y más contundentemente borrosa precisión, la precisión de la sensación, que nace del sinsentido. Buscando la imagen más precisa siempre, me he hundido en las atmósferas de la “visión”, sin saberlo las más de las veces, sin darme cuenta, las más de las veces, de que los recorridos emprendidos en cada caso eran nada más que la dificultosa acechanza de lo verdadero que por supuesto nunca está a la vista. Potencia de lo verdadero al fin, no estar a la vista, ser la no imagen del más apropiado dibujo, el del vacío, el del tiempo, el de los espacios blancos y vacíos.
Oímos estúpidas reconciliaciones con la antigüedad, tenemos que leer (las mejor de las veces), frases y relatos atiborrados de saberes, saberes escondidos, saberes vanguardizados paradójicamente por la sabiduría “original” de los templos y las comarcas de los tantos señores de los tantos anillos. Después llega Hollywood y les da la razón. Perdón por esta especie de desvarío pero buscamos la modesta precisión de lo que aumenta la potencia de nuestros enunciados, o sea la precisión que se encuentra más allá y más acá de la “sociedad del espectáculo”.
" A medida que la necesidad resulta socialmente soñada, el sueño se hace necesario. El espectáculo es la pesadilla de la sociedad moderna encadenada que, en última instancia, no expresa sino su deseo de dormir. El espectáculo es el guardián de este sueño." La sociedad del espectáculo (fragmento) Guy Debord.
Cansada la momia de que la confundan con la pirámide pegó un grito atroz, sabía que el momento en que la descubrieran sería el mejor...
La noche es la guardiana del sueño, por eso no debemos soñar sino vivir la noche y partir de allí, de esta posibilidad, no sé, tal vez observar la presencia ante la que nos pone la embriaguez ..., como la presencia ante la que se encuentra el mal caminante que nunca lo es por no saber el camino. No hablamos del esclavo ni queremos hablar por él –espíritu de Spinoza no me lo permitas-, caídas y elevaciones, oleajes y soles, entre los pliegues de tantas noches oscuras ... Cuando aparece Michaux la vida se abisma ya como una total y espumeante membrana, donde a su vez es y se hace el desfiladero y éste se vuelve ancho, siempre sinuoso por supuesto, un desfiladero de contorno empaquetante de otros contornos, un desfiladero cada vez más ancho, pero por naturaleza desfiladero, por suerte....
No asistí jamás a una nueva presencia que no sea de golpe deformante. Las transformaciones son circunstancias inconsistentes hasta que aparecen estas fuerzas, en un tiempo muerto y vertiginoso, un tiempo descarado y sin figuración, donde la forma desvanecida de la historia surge después como surge una isla de pronto en el medio del océano, una Moby Dick.

miércoles, 1 de octubre de 2008

PALABRAS y PIEDRAS (6/5/06)


PALABRAS Y  PIEDRAS


Hace mucho tiempo vi que las palabras son piedras.
Materias vivas, agujereadas,
aparentemente duras y extraordinariamente de continuo plegables,
maltratables, dolorosas...
y con las que hacer una casa.

En una pila de piedras, en una pirka,
en una línea hecha por niños para jugar,
en un montoncito de piedras,
siempre pasa algo tan simple como vital: hay aire entre ellas.

La Tierra se resiste a ser pesada en este estar de la piedra,
dejándose atravesar por aires del cosmos,
de la multitud en espíritu
que vaga derivando eternamente
en cada grano-segundo.

Pues si una piedra puede ser acumulación o degradación
–muchas veces, al mismo tiempo-
esa constitución se realiza por granos
que en realidad son la parte visible de esos pliegues
absolutamente enrollados y replegados
que sacuden también cada partícula de voz
que entona una palabra,
cantora de mundo,
siempre singular y de cuanto haya.

Las palabras son piedras
pues también se resbalan;
es lo que lastima;
es lo que hace que entre ellas y el pecado
– quien no pecó que tire una piedra -
hay una relación exquisita
y posiblemente traidora.

Dos piedras,
el mínimo agrupable, -el mínimo para que haya Una piedra-
nunca pueden tocarse en su totalidad.
Ni aún en su versión artificial
– aunque toda piedra de alguna manera es artificial -
ni aún en su proceso industrial existe la hegemonía y el apoyo franco,
el equilibrio.

Entre cada piedra
y con cada piedra
pasa algo.
En el desequilibrio.
Además, -se dijo ya mil veces-
¿qué piedra no está en contacto con otra?
Y siempre éste es un contacto incompleto, menor.

Es más su peso,
su volumen,
su forma en general,
lo que las mantiene juntas unas encima de las otras.

Pero siempre, – perdón que insista -
hay un hilo de luz y aire que se escurre entre ellas,
invisible mil veces a nuestros ojos,
una cámara oscura y una mirada secreta;
una corriente de aire y luz subterránea y planetaria, cósmica.

La voz de piedra. El cuerpo de piedra.

Mirada, luz, piedra.

El magnetismo nos da su genealogía.
El magnetismo es lo que nos envuelve de ellas.

Ya hace mucho tiempo vi las piedras.
Por eso, - traté de - ser mejor y ser peor que la piedra.
Convivir con la piedra y su eternidad.
Las palabras y las piedras.

La Idea Dramática - 1º parte (4/8/07)

¿Hay un teatro philosophicum?

A partir de la resonancia con el concepto de Idea Dramática en Gilles Deleuze.

Intro

Hace casi cuarenta años, Gilles Deleuze iba a decir que el inconsciente no es un teatro, el inconsciente es una fábrica...[1] Esto iba a producir, en muchos de nosotros, una fuerza nueva para el pensamiento. En algunos, una fuerza que encontraría ahora la manera de ser nombrada, pues ya estaba allí desde hace mucho tiempo, moviéndose anónimamente. En otros, iba a ser una fuerza crítica y afirmativa que llevaría inexorablemente a pensar el mundo de otra manera. El inconsciente-fábrica y máquina exigía repensar todas las relaciones entre vida y pensamiento. Este inconsciente no iba a ser sólo el de los psicoanalistas; el inconsciente pasaba a ser un problema de producción política, de producción de pensamiento, arte, política y modos de vivir. Si bien en el psicoanálisis había existido este intento, su atomización en pos de la cura había olvidado su presencia y aptitud para pensar el mundo a cada paso, en cada universo existencial, en cada acto y proceso de manera inmanente y real. El inconsciente, ahora pasaba a ser algo a producir -entre otras cosas- y no el productor secreto de nuestras ideas y sentimientos.
Si el inconsciente llegó a ser considerado como un mecanismo del cual emanarían nuestros deseos y al que el psicoanálisis podría nombrar e instituir, ahora el Deseo sería el motor inmanente que de manera maquínica –creando siempre relaciones, para bien y para mal- pondría a funcionar el inconsciente. La inversión era irreversible.
El arte, y el teatro en su singularidad, se subió y se dejó arrastrar por esta ola, y aún se extiende por los mares y los desiertos del «hoy». Los actores y directores de teatro son las gotas que contienen estos distintos hoy. Ninguna gota se parece a la otra. El océano deviene multiplicidad, que cambia de nombre según la gota en la que esté presente.

Pero hace más de cuarenta años, Deleuze [2] apostaba a una filosofía que hiciera junto con el teatro y la danza una manera más concreta de pensar el movimiento. Siguiendo a Nietszche, Kierkegaard y Peguy, quería ver sólo los moviemientos del alma. Pero, ¿qué es el alma para un filósofo?, ¿qué es el movimiento para un filósofo? No tiene porqué -ni para qué, fundamentalmente- responder como lo haría un místico, un religioso, un comunista, un policía, o un psicólogo... ¿y como lo haría un artista?... «Sólo miro los movimientos», pasa a ser una fórmula despojada de pretensión en la mirada del filósofo, pues solo se trata de acercar y hacer resonar algo que ya está presente -en la tierra, en los cuerpos, en las ideas- y poderlo nombrar o inventarle un nuevo nombre. Si este nombre sirve para un nuevo encasillamiento, para una nueva doctrina o para un nuevo guetto, lo probará la práctica: la aplicación y la resonancia que estas ideas y nombres pongan en acto en lo micro y macrosocial. Allí y aquí se medirán sus fuerzas. -Ya lo estamos viendo, por supuesto.-
Gilles Deleuze no deja de ser confrontado, criticado, amado... Y asistimos sorprendidos a los que hablan «como» él, y desde ese lugar dicen que ya pasó, que Deleuze ya es parte de la historia. La Historia, que en cada individuo o grupo escriben los que quieren adueñarse del poder, adueñarse de la historia, -adueñarse de Deleuze-; algo que, justo Deleuze, evidentemente, jamás quizo ni llegó a hacer. Poner un nombre, será en Deleuze, nombrar algo de una manera que inventa y es inventada por la fuerza que lo compone. Esa fuerza dará nombre a lo que pasa, teniendo por precisa la intuición de que su nombre no la representa -a la fuerza- sino que simplemente es su zona-nombre de referencia, su señal de presencia en el mapa actual en que se realiza -la fuerza-. Y un concepto, una idea-fuerza es siempre algo que pasa, un movimiento; crea un estilo en donde se lo puede experimentar; habita una geografía según el caso en que se presente y el problema que plantée; es un devenir antes que nada, es el nombre de un devenir. Los mejores conceptos jamás quedarán atrapados inmóviles en la Historia, a no ser que se hagan de ellos universales de una representación del pensamiento, de una imagen del pensamiento que, al menos desde Nietzsche, se ha podido -bienaventuradamente- hacer trizas. Dar nuevos nombres a la Incertidumbre para que ésta insista en nuestra vida y la intensifique: el arte y la filosofía están en ello. Su potencia, entre otras, será poner nombres a aquellos que sabemos perfectamente que jamás podremos nombrar ni esperan ser nombrados. Un eterno devenir de una eterna diferencia. Poder agradecer a Deleuze es lo contrario a obedecer a un saber; encima Deleuze nos lo hace imposible, por eso de su oscuridad y sus diferencias, implacables cabezas buscadoras en el hoy donde lo más importante a pensar y lo que hace pensar es la Vida.

LA IDEA ARTÍSTICA DRAMÁTICA, UNA MICRO EXPLORACIÓN

Para el teatro nos decimos, gritando y susurrando al mismo tiempo: -“No representar conceptos, dramatizar ideas.”[3] Esto lo dice - Gilles Deleuze - sentado al borde del escenario, con las piernas colgándole en el vacío. Y también, tal vez con los ojos muy abiertos y amorosamente diga: -“Nada de representar un conflicto, actualizar potencias, siempre presentes y actuales”.[4] Un teatro-intenso.
Todo teatro posee esta capacidad y potencia, en la estética que sea que esté circunscripto. Por teatro llamaremos a todo lo que utilice el espacio-tiempo-cuerpo como idea dramática. Entre otras cosas igualmente importantes.“Eso” dramático, es lo que en la escena ubica a los acontecimientos, a su vez, en una zona muy especial: la zona-atmósfera de los efectos-afectos, que propaga y contagia los distintos devenires y fuerzas que atraviesan intensamente el arte teatral. Los distintos devenires que irrumpen en el cuerpo de los espectadores; haciendo de las vidas dramas de arte y del arte dramas de vidas. Ideas dramáticas. Actos teatrales por fuera y por dentro del teatro. Un Afuera teatral absoluto, sin exterior ni interior. Y un espectador que construye ideas dramáticas desde un mismo plano de intensidad -del arte-, sin dueño ni destino garantizado, pero singular.
Peligro inminente: decir que “entonces, todo es teatro”. (Un famoso director argentino de teatro dice por ejemplo, que los políticos que gobiernan nuestros estados nación son actores, que ya ahí –en ellos- hay mucho teatro...) Es, casi, como decir que los políticos están vivos: es verdad, pero carece de importancia o interés. No son actores; no lo son de ideas dramáticas. Su conducta - y no su arte - está regida por el dominio-dominar de los acontecimientos; lo opuesto exacto a un actor, alguien que es efectuante y contraefectuante de sus acontecimientos.
Devenir efectuante-contraefectuante, - devenir-actor - es lo contrario a dominar los acontecimientos; es romper la cadena lógica de causa efecto; es ser la casi-causa de sus propios efectos, efectos que a su vez son incorporales, o sea que componen entre si (con otros efectos) una lógica de la sensación que se opone a toda lógica conductista, racional, etc., a toda lógica que hace del efecto una consecuencia final de un acto. En el actor, el acto es el efecto, inseparablemente. Por eso el efecto deviene afecto, en cuanto que se combina con otro o hace del sí mismo otro; hace máquina deformando y deformándose, da y recibe al mismo tiempo, en un vaivén donde lo que se produce es un nuevo agregado-mezcla de sensaciones. El afecto es el modo de la potencia, la potencia que puede devenir acto. Por eso el afecto no es personal y se da en la mezcla y la relación con el cuerpo de los otros actores y consigo mismo.

Pero dramatizar ideas no es sencillo. Y representar conceptos, en cierto modo lo hacemos todo el tiempo, como cuerpos individuales, como grupo, como sociedad. Ya se ha dicho mucho en el siglo pasado: el cuerpo es el resultado de una operación de poderes, y lo sigue siendo, cada vez peor tal vez. Poderes que, a su vez, tienen capturados en si un arsenal de conceptos con los cuales ejercen sobre sus defensores y sus atacantes, su influencia –benévola y maléfica, claro -. En estos cuerpos, micros y macros, se nota por igual la insistencia de todas las fuerzas de dominación. El proceso por tanto es unilineal, pues nunca deja de haber un cuerpo en proceso, en devenir; sólo que allí es capturado y recapturado por la máquina - propia y social por igual - de la representación y el dominio. Dos caras de la misma moneda de las que el cuerpo, aún, sigue siendo el primer escenario. Un escenario canceroso, panicoso, stressoso, paranoicoso, doloroso; triste y placentero en la esclavitud confundida con su libertad.
Pero un cuerpo dramático es distinto. Por naturaleza, el drama surge del encuentro entre fuerzas que al acercarse, chocarse, cruzarse, etc. se recrean a si mismas de manera - y con - una intensidad diferente a la que tenían. La manera-intensidad que tenían no era más que el resultado futuro y el devenir de sus dramas anteriores.
Un cuerpo dramático posee ojos dramáticos, oídos dramáticos, pies dramáticos, aire dramático, cerebro dramático, alma dramática, una multiplicidad dramática. Todo allí se plantea la misma problemática del drama; en ese sentido es un cuerpo inmanente todo el tiempo, un cuerpo que no hace diferencia entre lo que viene del drama y se hace drama, y produce drama también. No es más cerebral que otros, ni más corporal, ni más espiritual, ni más materialista que otros cuerpos de la sociedad. La fuerza del arte teatral está en hacer de todos estos cuerpos el suyo a consecuencia de trasmutarlos, arrancarlos de la lógica de la representación, llevarlos a sus estados de sensación; de allí que Deleuze diga que el arte es un agregado de sensaciones, que hay arte cuando hay presencia; no hay arte de la representación, no hay representación cuando hay arte. Y, agregado, es un término muy preciso: implica y se explica por mezcla, repartición, insistencia, operación, distribución, enchastre, plegar, desplegar, amasar, revolver, estirar, problematizar, esperar, volver a mezclar, ver, oler, tactear, tantear; seguir siempre lo que se está dando a condición de que se cree una nueva obra. Extraer jugos de las piedras, lo llama Paco Giménez al drama. Una nueva presencia. Una novedad. Una paradoja. “Un Tiempo en estado puro”, insistiría un Deleuze-Proust. Un nuevo cuerpo.

¿Hoy?

La vertiente actual del reality show domina los escenarios teatrales, tanto en sus versiones comerciales como alternativas. Ya no es realismo ni naturalismo el nombre que sacude las ideas de los teatristas de hoy. Lo reality del teatro de hoy tiene la ventaja de que no hace falta nombrarlo, pues está dado de manera contundente en casi todos los campos de la producción de subjetividad social. La “vieja” sociedad del espectáculo que vio Debord y que tantos se atrevieron a pensar, rebosa de intensidad y ya no necesita ocultarse ni hacerse por debajo de lo que ocurre, digamos que es la dueña de las superficies – y ésta en realidad fue siempre su naturaleza -. La vanguardia utiliza sus recursos, los disfraza, los trabaja creyendo apropiarse de ese lenguaje, como si eso fuera un logro. Tal vez, todo este trabajo de la vanguardia ya estaba implícito en el show previo. Es evidente que el término reality es muy preciso e intraducible, pues implica una potencia de lo falso absolutamente nueva y reactiva, donde la consigna es “me transformo en lo real para que lo real sea lo que todos quieren ver – sólo de mi -“. No es preciso pretender realidad ni naturalidad para el reality; es mejor darnos a ver a lo espectadores de este sueño, que eso que tenemos allí, frente a nosotros, debería ser la realidad y que nosotros estaremos ahí, para aplaudirla. El funesto deseo de lo reality se desfigura de muchas maneras, de lo cómico a lo trágico, pasando por lo patético. En todas sus variantes, la pretensión de un sujeto por verse aceptado es la misma, la idea de un reconocimiento se restablece constantemente. La multiplicidad de la dominación se encuentra firmemente expuesta y paradigmatizada, trascendente. La singularidad, que podría deformar y aumentar la potencia de actuar y la multiplicidad de actos, neutralizada.
El drama es combate en y por el encuentro, genealogía nietszcheana, lucha, encuentro de fuerzas e intensidades, producción de devenires. Es drama la producción de potencias de lo falso, potencias que no hayan su genealogía desde la idea de la verdad sino desde la de la intensidad, sin ley alguna. Y hay drama allí donde puedo sentir que algo se mueve, aun en la quietud; que algo tiene un cuerpo, me afecta y moviliza las moléculas; algo -me- está creando un cuerpo desconocido. Desconocido como sustantivo y no como cualidad. Repetidamente desconocido. Aquí la distancia entre espectador y artista es inútil de establecer. Ambos roles participan de la misma producción de sentido y de la misma comunión con lo desconocido.
Y paradójicamente, lo desconocido implica una larga preparación.

Una dificultad

Se tienen por opuestas las ideas de lo trágico y lo dramático. Pensamos que semejante oposición, muy bien fundada, tiene sus raíces en una concepción occidental y europea especialmente, donde la valoración que ambas ideas implican se halla dominada por una significación previa. Esta significación dice que lo dramático implicaría un contacto con lo real desde lo emotivo y lo sentimental, lo psicológico occidental. Desde esta significación también decimos que, el contacto con lo trágico implica un choque-encuentro con lo fatal, un aceptación del destino en donde podríamos diferenciar distintos tipos de héroes, entre ellos el héroe trágico nietszcheano versus el héroe del drama moderno... Pero veamos esto, el propio Nietszche propone un uso de la idea como idea dramática: una transmutación en la manera de pensar “qué es una idea”, que lo llevará inexorablemente a modificar, a cuestionarse “qué es una pregunta”. Y, es la idea dramática, esta idea que pregunta por Quién en vez de Porqué, la que propone y fuerza a Nietszche pensar la tragedia de otra manera, a que nazca otra vez la tragedia. Entonces, ¿cómo se dan estos procesos de lo dramático y lo trágico? ¿Son antagónicos realmente?
Primero, ahora nosotros preferimos retomar la primacía del drama y pensar lo trágico como su esplendor, no como su oposición. La vinculación del drama con lo psicológico ha causado las mismas ruinas que la unión de lo psicológico con el deseo y la fuerza vital. Una fuerza trágica es aquella que sabe y acepta que encarna una herida que existía antes que ella para, ahora, encarnarla. Ha nacido para encarnar esa herida. Pero, la herida surge por drama, esa es la operación necesaria que produce la herida. ¿En qué tiempo? ¿En qué clase de tiempo? ¿Dónde habita la herida que se va a producir? El drama es la operación donde el acontecimiento de la herida se produce, luego se lo comprehende y se lo efectúa. Lo trágico será el efecto sobrevolador de toda producción dramática, por tanto no podemos saber si se dará necesariamente. Y toda producción dramática es forzosamente espiritual - y virtual - e incluye a la carne como principal territorio experimental - y actual -. El primer escenario será –siempre- el cuerpo. Intuimos dos naturalezas distintas que nos permiten repartir lo trágico y lo dramático...
El cuerpo, como el lugar de registro de todos los acontecimientos que nombra Foucault, es el cuerpo dramático que decimos. ¿Lo trágico está en el cuerpo dramático o es su límite? Si fuera su límite tendríamos que ser precisos y no tratar a lo trágico cual cualidad; deberemos pasar, junto con él, por la prueba de lo sustantivo. Si lo trágico está en el cuerpo dramático, tendríamos que ver en función de qué devenires y agenciamientos. E insistir, acá, en no confundirlos de naturaleza, aunque tan juntos estén.
¿Es el cuerpo dramático lo virtual de la tragedia?
¿Lo dramático es el nombre que reciben todos los acontecimientos?
¿Puede ser, de una vez por todas, - como nos hace intuir Peter Brook – que
saquemos de Shakespeare toda raíz virtual de psicología aplicada a la humanidad?
¿Será, la humanidad, un drama sin autor, o es que ningún drama lo tiene? ¿Será la primer parte de la pregunta de recién una pregunta estúpida?
¿Tiene lo dramático un gesto que lo hace operar en nosotros?
¿El gesto dramático, es el autor mismo?

Si lo dramático es el acontecimiento, todavía no lo sabemos, pero diremos que entonces, al menos a esta altura, no posee autor reconocible: es el acontecimiento quien descubre al autor. Solo se deviene autor en la medida de los acontecimientos que atraviesan a un cuerpo. No hay cuerpo de autor como no sea una pista de acontecimientos, que afectan y movilizan, desde la individuación que atraviesan a la organizidad presente en el campo actual del cuerpo - materia - sensible. Acá, otra vez la vibración de lo distinto se impone al pensamiento; un acto puro, absoluto, indivisible, sin explicación totalizable. Lo oscuro distinto en su eterno retorno.

Métodos/Procedimientos... EXPLORACIONES

Un método sería “no para darnos a conocer algo, sino para hacernos comprender nuestra potencia de conocimiento. Se trata, pues, de llegar a ser conscientes de esta potencia...”[5]
Spinoza, en su tercer nivel de conocimiento, nos recuerda a través de Deleuze y en nuestra investigación, que un camino a seguir por un taller de arte escénico o también la preparación de una obra de teatro, se podrían presentar -cualquiera de ambos- como un proceso de construcción de deseo. Una construcción de deseo artístico, filosófico y vivencial que no tendría las propiedades y los modos de un curso o sistema de conformación de saberes a priori, sean filosofales o expresivos.
En una construcción de deseo la intensidad y la práctica van a ser inseparables.
La intensidad aquí no es una cualidad de las prácticas, es un sustantivo que debe definir la práctica. Ahora, lo intenso es un sustantivo, desterritorializa, tiene sus medios, sus perceptos, sus afectos, sus modos de ser. Es una singularidad, no singulariza algo dado. Es primera.
Una práctica psicologista no tiene por base la intensidad. Tiene por correlato y determinación al Ser. Para nosotros el Ser esta instituido como lo contrario de la intensidad. - Nos gustaría que éste sea un siglo deleuziano, vamos con la intensidad a dónde podamos...-.
La intensidad, la potencia, ambas de inexplicable nacimiento entre los hombres, no munidas de origen teleológico alguno, se recrean e inventan permanentemente de la mezcla inexacta de todas las fuerzas que habitan el cosmos. La idea de Ser, que aparece entre estas fuerzas también, busca el dominio de la intensidad. Hablar de un dominio de las fuerzas, de una ley de la intensidad, de un límite de la potencia es, justamente, no hablar en términos de intensidades y sí de lo que se les opone. Lo repetiremos para recordárnoslo todo el tiempo: la ley es exactamente lo contrario de la intensidad. Su contraefecto negativo, el juicio –productor y producto de las leyes-, siempre es un juicio contra la vida. Sea moral, lógico, estético, el acto de juzgar niega a la vida sus relaciones autónomas con ella misma como Gran Vida. La gran política Nietszcheana siempre fue eso, un poder de afirmar la vida, de no juzgarla; la Gran Vida de las fuerzas, donde el Ser habita como enemigo y señal de lo vacío en la conciencia, que será siempre en Nietzsche - como en Artaud -, necesariamente la mala conciencia.
Un método es poner al servicio de las potencias un camino, la disposición necesaria para horadar al Ser; instrumentar siempre con cualquier materia un mismo trabajo de mezcla y metamorfosis contínua. En esto, lo contínuo es inseparable de una línea sísmica y alterna. Una corriente alterna que hace de sus saltos e interrupciones su propia consistencia. Lo único que rompe y derriba la consistencia es la idea de Ser. Un Ser que, sabemos, utiliza todos los recursos de la conciencia para miserabilizarnos, culparnos, regodearnos en lo personal, cristianizarnos nuestras relaciones, juzgarnos únicos. Pero la intensidad es devenir, devenir eterno sin sujeto salvo el del devenir. Por eso no es una cualidad. Si lo fuese sería una consecuencia, una analogía, un atributo, una condición de existencia producida por el Ser y por lo tanto posible de no existir. Estos caracteres son los que rechazamos Para el devenir no hay ser o no ser. Un Hamlet ahora destronándose a sí mismo de su lugar fatal como meca de la cultura interna y externa de los cuerpos y sus análisis. Un Hamlet, ahora, diciéndose a sí mismo: tener o no tener... Un Hamlet que está con la máscara de Descartes disfrazado de Gabriel Tarde diciendo: deseo, creo, por tanto tengo...

Método, método... no tiene mucho sentido continuar usando esta palabra. ¿Quién la dice? ¿Para qué tanto método, método ? En una charla, reportaje, Deleuze decía que «no se trata de sistemas, todo es una larga preparación»[6]. (¿Estaba preparando una obra de teatro?) Y, no es por una cuestión sonora –nada más- pero, parece que aquí es donde surge la necesidad de nombrar de otra manera eso que el lenguaje institucional nos da como algo irremplazable: los métodos. Vamos a llamarlos, a estos modos de búsqueda y exploración que emplean variados y sinuosos maquinismos, con un nombre bastante usado en otros ámbitos: Procedimientos.
Trataremos de dar con el concepto de Procedimiento... Si pudiéramos al menos «dar» con un concepto, estaríamos llegando a dar con algo que es en sí mismo la demostración práctica de cómo la teoría tendría a su disposición una herramienta que contiene entre sus pricipales naturalezas la proyección que debería tener todo procedimiento también. Pues, tanto un procedimiento como un concepto tienen la potencia de ser por naturaleza proyectivos. No en el sentido de que una supuesta luz iluminaría desde «ellos» el mundo o las ideas de los hombres y la naturaleza, etc, sino, exactamente lo contrario; cuando se proyectan, recién entonces se los puede observar y recién entonces empieza a darse su producción de sentido. Antes no.[7] Esta observación es una observación actual, en función de un plano de inmanencia siempre virtual y actual al mismo tiempo, que interviene ahora en las capas de composición que contiene este plano. Algo observo en eso que me observa y me hace observar, con el carácter de una primera vez. Proyectivo, también en el sentido de que se define por y en lo que parte de allí, por la línea procesual que arranca de sí sin mediar separación entre el proyecto y lo que proyecto. A condición de que esa proyección en lo proyectado demuestre la paradoja del procedimiento y el concepto como tales, como fabricantes de proyectos, de planes. De un proyecto sale un proyectil, es un arco del que se dispara una flecha. El Doble entonces; se hace evidente la presencia de este personaje conceptual, para poner en escena y encarnar la sensación de lo que viene a poblar mi mirada, que sin embargo no es mi mirada personal y sí la que produzco y se produce atravesándome...
Digamos, rápidamente, que así como hay variados procedimientos para llevar a cabo un método, lo que remite a método lleva implicito un fin. Por eso es que solemos decir en muchos casos: necesitamos tal o cual método; pues, su estructura, dominada por la forma teoremática, ya impone un fin a demostrar desde el principio de su planteamiento. Los métodos atrapan en su tentativa a los procedimientos. Pero eso que es atrapable, es por ello mismo por principio inagarrable. No está allí para ser pescado, es la caña del método la que lo impone y se quiere imponer y hace todo su trabajo para resolverlo. Un método tiene por mejor amigo a un sistema. Un método es necesariamente dialéctico. Un procedimiento, en cambio, es una línea de fuga, es lo que vibra aún en medio de los métodos. En un procedimiento hay voluntad de comienzo. En un método, el fin es el que marca el comienzo, por lo tanto, tiene un falso partir. Nada comienza ni parte en el mundo del método pues todo remite hacia atrás en realidad. Reactivo por naturaleza, el método produce la paradoja de que vive sin haber nacido. Lo que dice, lo hace pensando que ya fue oído. Actúa, soñando que es útil hacerlo. Sueña, desde un lugar absolutamente carente de movimiento, desde la pasividad que definió Nietszche como fuente de todo acto de juzgar y moralizar.
La moral dicta sus métodos y el arte PROCEDE, haciéndolos trizas.

La idea dramática es creadora de procedimientos, por eso no puede ser representación de conceptos. La representación de conceptos se impone a través de métodos, determinados para tal fin; la generalidad es su fuente y su objetivo, un planteamiento representativo que asegure el poder de dominación del pensamiento, en cualquiera de sus formas. En cambio el drama, la idea dramática, es inseparable de una multiple impotencia del pensamiento, en un pasivo-virtual de las fuerzas que se contraen dramáticamente y que asegura - y pide - tener relaciones, que serán siempre vitales - para no perecer - con el Afuera, con todo lo que está por fuera de lo que podría ser pensado. De allí que el surgimiento de la novedad, de la creación, de la invención, de la resistencia se de solamente en el drama. Pues se trata de no eliminar lo que se escapa al poder del pensamiento. Más bien, de tenerlo como lo primero. Definiremos a un cuerpo dramático por sus líneas de fuga entonces. El lugar variable de la multiplicidad donde todas las vibraciones se encuentran en estado puro - el de su singularidad - e inseparablemente mezcladas - en su inmanencia -. Ese lugar y cuerpo sin forma, sin organismo, ese cuerpo sin órganos forzosamente, donde el sinsentido tiene, creándose en su virtualidad inniterrumpida, miríadas de personajes; Lear´s y Señoritas Julias y Duendes, sin nombres fijos y destinos prefijados por cursar.

¿Cómo no leer otra vez a Deleuze sin considerarlo un tremendo y finísimo explorador de las maneras y universos que los cuerpos tienen entre sí para componerse; y cómo no dejar de hacer de esas composiciones un devenir revolucionario imparable; y cómo no sentir, hasta estar seguros, que de todo eso trata el teatro también?
Un teatro de caosmosis entonces, que se enfrenta a la estupidez y al resentimiento. Y que ríe, y ríe, y ríe...

«Se trata de volver monstruosa al alma, o sea no horrible, sino prodigiosa.»[8]

[1] El Antiedipo. Gilles Deleuze y Felix Guattari.
[2] Específicamente en su libro Diferencia y Repetición.
[3] Diferencia y Repetición. Gilles Deleuze.
[4] Un teatro de menos. Gilles Deleuze.
[5] Spinoza, Filosofía Práctica. Gilles Deleuze.
[6] Conversaciones. Gilles Deleuze.
[7] Me resuena la idea de Serge Daney, el gran ensayista y crítico de cine francés, que decía en su libro «Perseverancia, reflexiones sobre el cine» que, un día se dio cuenta que son las películas las que nos miran a nosotros. Que a partir de ahí, de esta evidencia en su espíritu, es que pudo empezar realmente a realizar sus análisis cinemtográficos.
[8][8] Henry Miller: El tiempo de los asesinos. Una biografía y ensayo sobre Arthur Rimbaud.

La idea dramática - 2º parte

Teatro de la mueca y la vibración: lo Distinto...

Mezclar

Las distintas partes, distintas y oscuras que se dan en una duración, en el movimiento que dan empujan la emergencia de una situación, que porta el sustantivo distinto como naturaleza vibratoria. Lo distinto no es una cualidad y es propiamente vibratorio, en el sentido de propiedad; una propiedad que se confunde con su disparo, con lo que depara y dispara de si.

La mueca es ya, en el actor, la mezcla distinta y oscura que señala el inicio de un gesto que se realiza en el espacio del cuerpo actuante, espacio que será el primer escenario. Decir que el primer escenario y espacio del actor es su propio cuerpo implica que la potencia de actuar se realiza en la encrucijada de un mixto de fuerzas ya presentes y no preexistentes a la vibración, a la propia encrucijada, a los distintos que hay en el cuerpo. Hay que sentir esa encrucijada, dejarse encrucijar por las fuerzas vibratorias, para entonces aparecer, dar/se presencia de y en esta encrucijada. Hacerse mueca, a sí mismo: devenir del distinto.

Una mueca revela por lo menos:

- La presencia activa del cuerpo por expresarse, evidentemente, por expresarse sin saber de qué se va a tratar su sentido de expresión pues sino sería una imagen, hasta un cliché y no una mueca.

- El escape apareciendo en nosotros, pues hace que podamos ver ese nosotros de golpe, ese nosotros donde lo secreto y lo público se hacen indiscernibles. Pues no habría nosotros sin la entrada en escena de ese secreto que nada esconde, ni eso público que quiere todo ya, aunque no sepa lo que quiere.


Para que nada se detenga, para que la presencia del cuerpo no pierda su valor de activa, es importante la vibración. Podría ser muy simple, si no fuera porque lo simple es siempre lo que nos deja tranquilos: lo claro y distinto que se da en nuestro lenguaje. Pero lo oscuro y distinto, la vibración, se introduce en el lenguaje, lo atraviesa y lo violenta. Es su afuera y su modo de hacerlo escapar, al lenguaje, de esa necesidad de lo ya conocido, o de la continuidad de lo conocido por lo conocido. Y, sin duda, el primer lenguaje está en el cuerpo. Por eso nos espanta un cuerpo antes que una palabra, o una palabra por la implicancia en el cuerpo que conlleva. Tortura, desaparecidos, represión, monstruoso, no “son” nada sin la idea en el cuerpo que expresan; pero entonces, ¡es simple!, el lenguaje del cuerpo usa disfraces muy simples y con sus máscaras, sus palabras, nos atrapa en su jaula. Retomar la vibración, desterritorializar el cuerpo y sus lenguas es retomar las vías de lo oscuro y distinto, las vías donde se tornan falsas las expectativas de simplicidad, que son represivas y sujetadoras, “simplemente”.



Dos Partes, dos Zonas

Desde una perspectiva, ahora cercana, se distribuyen diferentes aspectos del movimiento que se realiza. En uno, el escenario deviene paisaje del alma en el interior del actor. Un interior provisto de la tiniebla propia de lo virtual. Una noche donde habrá conciertos varios y los instrumentos que ejecuten este concierto se conocerán por su vibración. Es un paisaje que también se nutre de colores inseparables y distintos. Entre los colores nada, pues la nada ha devenido el paisaje mismo y entonces, es entre todo lo que ocurre, todo lo que se dispone en esta fábrica de algo. No hay tiempo ni para la violencia de los sentidos, en cuanto que los sentidos todavía no se han producido, “todavía”. Todo está en suspensión, de allí que el oído todavía no “exista”, ni el tacto, ni el olfato, etc. El nivel y lo que lo compone aquí es más importante que el sentido. El nivel mezcla y se hace de mezclas que viajan sin parar en su territorio. Una buena dosis de desconcierto en este concierto nocturno; pero es que la obra no se conoce aún. Es la situación de un vendedor que no tendría propiedades ni artículos que vender. Pero sí tiene un acontecimiento: ofrecer algo. Algo que no necesita de exposición ni de muestrarios. Es aquí donde surge la posibilidad de que se cree algo y con algo, más bien que nada. Es aquí que algo deviene creación ahora. Pero éste ahora designa otro tipo de tiempo por supuesto. Otra naturaleza, que es desde entonces donde estamos, en la otra parte que decíamos al comienzo de este párrafo. La otra Zona. Este territorio donde podemos perder todo lo que se estaba produciendo en la otra Zona-territorio de la fábrica. Y donde, tal vez, debamos perderlo todo, ya veremos.

Diagramamemos ciertos mixtos:

- Distinto-Oscuro / Mueca-Vibración
- Fábrica-Concierto / Cuerpo-Escenario
- Parte-Zona-Virtual / Parte-Zona-Actual
- Presencia-Propiedad / Creación-¿Perdición?; ...

Perderse deviene en territorio del sinsentido. La capacidad de perderse es por lo tanto una precisa potencia ambigua, precisamente inexacta. Esa es su naturaleza y su importancia vital. Así deviene necesaria esta capacidad. La inexactitud, promueve varias aperturas que se encuentran a diferentes niveles de la experiencia sensible.


Experimentación vs. Experiencia

Acá, es importante decir que no tomamos como sinónimos experiencia y experimentación. La experiencia deviene de lo sucedido en la gama de la historia y que puede ser incorporado a la misma, aún sin haber sucedido. Lo que sucede en la experiencia es lo virtual de un diagrama organizado, de virtualidades programadas de hecho. La experiencia es garantía de lo por suceder, aún más que de lo sucedido, es por derecho ella la que forma las normas. Define un futuro verdadero. Esa es su función, asegurar la forma de la veracidad por venir, la sujeción a un sistema de significaciones y subjetivaciones previo. Un cuerpo de la experiencia es de hecho un cuerpo que ya sabe, y es lo que ya se sabe de un cuerpo.
La experimentación, en cambio, es inseparable de lo sensible en el acto, virtual y actual. Es el registro intuitivo y exacto de las fuerzas que intervienen y se realizan en un acontecimiento. Es el futuro ya, por eso no programa el presente en función de una selección del pasado ni de una determinación de lo porvenir. Rompe la forma que se espera de la experiencia. La experimentación deforma, dobla la experiencia, en el sentido que es su Doble constitutivo y que se promueve en ala de la intuición. Un ala que posee plumas de anotación sobre la realidad. Un ala real tanto como virtual, para captar lo que deviene de la experiencia en línea de fuga y sentir lo que bloquea en la experiencia a estas líneas. Es el sentir interno de toda experiencia y su cuerpo sin forma. No sabemos lo que puede un cuerpo nos dice ya la experimentación, de golpe, desde lo más profundo del tiempo y desde sus mayores alturas también.
Por eso, la experimentación deviene en nosotros la creación de sinsentido y pérdida de un sujeto formativo y yoificado a un mundo. Pues perderse no es el caos, es habitar en varios mundos. A varios niveles. Viajar sin motivo cuando viajar es preciso. Un navegar que es preciso, sin mundo esférico a la vista, con mundos planos y superpuestos. Forzosamente múltiple este mundo del experimentador. El caos pues no existe, en tanto es inseparable de una membrana que se llama experimentación. Experimentación y caos, dos caras de un mismo plano de composición.

Hacer público... ¿vino el público?

Tal vez, el público en el teatro está en un lugar que se oscurece al comenzar la función para recordar a los artistas que, antes que nada, son ellos, los anónimos espectadores, los que habitan esa zona donde lo distinto no tiene que presentarse a la luz del sol sino mantenerse allí, oscuro. Para producir sentido desde su no saber, desde su experimentación directa con la novedad con la que se encontrarán. Tal vez, éste público, si lo hay, sea tan importante como el artista a la hora del acontecimiento dramático. Y el artista, no debería olvidarse, que esa oscuridad - de la que participa a su modo -, entonces, no le pertenece. Que si no estuviera esa oscuridad con ellos, sus posibles acontecimientos artísticos no dispondrían de un espacio de libertad para que aparezcan. Que él, artista, no debería considerarse el dueño del acontecimiento y sí el transmisor e interconector entre su distinción devenida de la oscuridad de sus creaciones y la distinción del público devenida presencia en la oscuridad de su participación. Entonces, el acto de imaginación, común a todas las artes, tendrá a su vez dos zonas también: la imaginación del público atravesada por lo que está asistiendo a sus cuerpos y la imaginación de los artistas atravesada por la oscuridad de sus acontecimientos. Entre las dos zonas surgirá el concierto, la obra; la comprobación siempre esperada e improbable de estar presentes en ese inexorable tener de la presencia.