miércoles, 1 de octubre de 2008

Extraña...

Extrañamente, la memoria dice que ya había empezado ella antes. Antes que todo lo que pueda recordarse, precisamente, antes de que intentemos repasar el pasado, mostrarnos a futuro lo que paso recién.
Me miro en mi perro. Estoy triste Tuba, le digo, y él me dice con su mirada, ya lo sé...
El animal tiene una memoria mucho más interesante que la mía porque es él el que en realidad me recuerda que mi espíritu existe.
Nada ni nadie no dice nada, todo es una fuente de recuerdos.
El plano de Universos que tenemos a nuestro alrededor es una constante interferencia y polivalencia de sentidos que atraviesan nuestra experiencia desde ese instante antes a producirla.
No sólo el perro ya es perro antes de que yo me entere de que existe una especie llamada así. El perro ya es perro gracias a habitar la memoria de la cual provienen todos los acontecimientos. La memoria que no tiene tiempo cronológico y como tal es habitada también –además de por perros y gente como yo- de millones de momentos absolutamente inclasificables, pues yo siento que no estoy allí para sentirlos y, así y todo, allí están. Así y todo los perros y nosotros seremos atravesados por millones de experiencias que –además- dejaremos de lado, experiencias que tomaremos como gratuitas, aburridas, para otros, o excepcionales, hermosas, o desgraciadas, insolentes, indignas o vergonzosas.
Cuando me levanto de la silla, un ruido de grito de caballo aparece por la ventana que da a la calle. Un tipo de la calle va con un carromato, lo puedo ver a través de las persianas de madera. No entiendo muy bien qué pasa. El tipo está encima de algo. Con una madera en la mano. El carromato en el medio de la calle, son como las tres de la mañana. Apago la luz para que no me vea nadie que estoy espiando. Escucho más fuerte el grito del caballo. El tipo, ahora está clarísimo, está encima del caballo que se encuentra tirado en el asfalto.

No hay comentarios: